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Minificciones quijotescas



Hace unos días publiqué un breve ensayo sobre el Quijote y las minificciones; escrito que leí a propósito de la I Semana del Libro y del Idioma, celebrado en la Universidad Simón Bolívar, sede del litoral. Este evento resultó la excusa perfecta para compartir aspectos sobre el género de la minificción, y conectarlo con esa fabulosa obra de la literatura universal: El hidalgo don Quijote de la Mancha.
Asimismo, resultó perfecto para compartir academia y reforzar lazos amistosos con los profesores Ana María Ramírez y Maikel Ramírez, quienes hacen una labor encomiable en pro de la formación académica y cultural de los estudiantes de la sede costera.
En este sentido, al finalizar la lectura y disertación sobre el Quijote y el género minificcional, algunos integrantes de la agrupación literaria Cinco letras y otros estudiantes de una sección de la profesora Ana María Ramírez, leyeron minificciones relacionadas con la obra quijotesca.
Estos textos representan una manera de acercarse a la obra más laureada de Cervantes, desde una disposición híbrida y proteica; pero sin la extensión propia de las obras literarias de largo aliento. Y en la mano de autores hispanoamericanos que se han atrevido a corretear por los caminos de la escritura breve.
He aquí una muestra de estas minificciones quijotescas...

Habla Aldonza

Señora mía Dulcinea, os digo que no. jamás, ni siquiera en sueños, osaría ocupar el lugar de Su Señoría. El lugar reservado para la egregia dama del Toboso por el caballero, quien se hace llamar don Quijote. Una pobre aldeana ¿se atrevería a competir con dama tan encumbrada? Lo que el caballero dice es cosa de sueños, imaginaciones de un seso trastornado parlo que llaman poesía. Mi mundo, señora, es mucho más humilde; bien sé que las damas y caballeros lo desprecian. En este mundo mío me tocó entretener a mi vecino, el hidalgo Alonso Quijano, quien en las noches solía allegarse a mi lecho para hacer conmigo su voluntad, como los hombres suelen. De esos amores -si amores fueron- nació mi niño, a quien trato de criar en el amor de su madre y el temor de Dios. ¿Advierte vuesa merced cuán diferentes son nuestras circunstancias? Yo nada sé de mundos de caballerías.
He sido la barragana de un hidalgo; nunca fui la figura espléndida de un sueño. Ahora don Alonso usa otro nombre, el nombre que a sus imaginaciones conviene. Quién sabe si no me desea todavía, en sus noches célibes y desaforadas, cuando el alba le quita los deseos de soñar.
David Lagmanovich

El otro Quijote

En realidad hubo dos Quijotes, aunque los críticos españoles no hayan querido aceptarlo. Quizá hubo una insuficiente lectura del texto, o bien les dio vergüenza aceptar que Cervantes, espíritu burlón, introdujera junto al personaje verdadero uno apócrifo. Porque es evidente que el don Quijote alojado en el palacio de los duques, el que rechaza con comedidas palabras el ofrecimiento de su persona que hace la doncella Altisidora y entretiene sus horas tañendo un laúd, no es el mismo que salió de su aldea manchega, lanza en ristre, con la sola compañía humana de su fiel escudero Sancho Panza. ¿Dónde se ha visto que un caballero español rechace a una damisela cortesana? Y esa afeminada musiquita del laúd, ¿tiene algo que ver con el abierto viento de la llanura, la rudeza de los bosques, la desolación de las aldeas, la poderosa humanidad de los campesinos españoles? No: algún cortesano se hizo pasar por don Quijote, para desconcierto de Sancho y burlona satisfacción del duque. El falso Quijote desaparece en el espacio exterior al palacio, y ciertamente no es él quien muere, consumido por la fiebre, después del triste regreso a la aldea.
David Lagmanovich



Dulcinea

Para don Quijote, Dulcinea del Toboso es la más hermosa de las damas, y así la proclama, en medio de sus aventuras. Sin embargo, en la travesía, nunca se ve la pretensión concreta del hidalgo de formalizar relación alguna con la dama en cuestión; pese a que la dama es el ícono amoroso del personaje durante casi toda la historia. Es ella quien le permite al quijote moldear su identidad como caballero andante; pues uno de estos debe tener la respectiva hermosa dama, objeto del amor del caballero. 

Don Quijote 2005

1

Don Quijote resucita para celebrar sus cuatrocientos años. Recorre el mundo dando conferencias que coronan los múltiples homenajes del mundo hispanoamericano. No sabe qué hacer con tantos viáticos y honorarios, y los acumula en los bolsillos de su traje de lino beige. Aburrido del constante acoso de admiradores y estudiosos, escapa por la puerta de servicio del lujoso hotel de turno y entra a una hamburguesería. Con tantos cócteles y cenas de celebración ha engordado visiblemente. Han tenido que confeccionarle sucesivas armaduras que se adapten a la creciente barriga. Con un fajo de dólares apretado entre sus dedos, se ubica en la fila más corta, evaluando doblar las raciones de queso y papas fritas. «La que se ha perdido Sancho por no acompañarme», murmura y comienza a engullir su italiana especial.

2

Ulula con gran resonancia el teléfono celular de don Quijote, mas el hidalgo no transige y continúa cabalgando su rocín en derechura. Sancho resopla del otro lado de la línea, a Dios rogando que el caballero tenga a bien responder a la llamada que torciera el acechante destino. Dulcinea espera en la puerta de la iglesia con un ramo de orquídeas y exhala un suspiro al ver al caballero aproximarse al galope en lontananza. Viene por la avenida colmada de gentes que lo vitorean agitando banderillas de La Mancha. «Ella no es quien usted cree que es, don Alonso -resuella el fiel escudero-, grandes decepciones le aguardan, mi señor, contestadme por la gracia de Dios.» Don Quijote carga con el rostro iluminado, sin hacer caso de la infernal sonaja.
Diego Muñoz Valenzuela

Doble personalidad

-Dime Sancho, ¿quién es Don Miguel de Cervantes y Saavedra?
-El autor de vuestras aventuras, mi señor.
-¡El autor de mis aventuras soy yo! ¡Dónde está ese hombre para acusarlo!
-En la cárcel, mi buen señor.
-¿Qué? ¿Ya ha sido condenado por plagio?
-No, mi señor.
-Entonces, ¿por qué? ¡Vamos, habla hombre, que no tengo todo el día!
-Pues, por falsificación de identidad. Dice ser don Quijote de la Mancha.
-Qué confusión me has creado, Sancho. Te prohíbo que hables más del tema.
-Sí, don Miguel.
Lilian Elphic

La cuarta salida

El profesor Souto, gracias a ciertos documentos procedentes del alcaná de Toledo, acaba de descubrir que el último capítulo de la Segunda Parte de El Quijote –“De cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo y su muerte”– es una interpolación con la que un clérigo, por darle ejemplaridad a la novela, sustituyó buena parte del texto primitivo y su verdadero final. Pues hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero, en ella encontró al mago que enredaba sus asuntos, un antiguo soldado manco al que ayudaba un morisco instruido, y consiguió derrotarlos. Así, los molinos volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los rebaños ejércitos, y él, tras incontables hazañas, casó con doña Dulcinea del Toboso y fundó un linaje de caballeros andantes que hasta la fecha han ayudado a salvar al mundo de los embaidores, follones, malandrines e hipedutas que siguen pretendiendo imponernos su ominoso despotismo.
José María Merino

Proposición sobre las verdaderas causas de la locura de don Quijote

Don Quijote, enamorado como un niño de Dulcinea del Toboso, iba a casarse con ella. Las vísperas de la boda, la novia le mostró su ajuar, en cada una de cuyas piezas había bordado su monograma. Cuando el caballero vio todas aquellas prendas íntimas marcadas con las tres iniciales atroces, perdió la razón.
Marco Denevi

Cervantes

En sueños, su mano tullida escribía El Antiquijote.
José de la Colina

Realismo femenino

Teresa Panza, la mujer de Sancho Panza, estaba convencida de que su marido era un botarate porque abandonaba hogar y familia para correr locas aventuras en compañía de otro aún más chiflado que él. Pero cuando a Sancho lo hicieron (en broma, según después se supo) gobernador de Barataria, Teresa Panza infló el buche y exclamó: ¡Honor al mérito!
Marco Denevi

La mujer ideal no existe

Sancho Panza repitió, palabra por palabra, la descripción que el difunto don Quijote le había hecho de Dulcinea. Verde de envidia, Dulcinea masculló:- Conozco a todas las mujeres del Toboso. Y le puedo asegurar que no hay ninguna que se parezca ni remotamente a esa que usted dice.
Marco Denevi
  
Crueldad de Cervantes

En el primer párrafo del Quijote dice Cervantes que el hidalgo vivía con un ama, una sobrina y un mozo de campo y plaza. A lo largo de toda la novela este mozo espera que Cervantes vuelva a hablar de él. Pero al cabo de dos partes, ciento veintiséis capítulos y más de mil páginas la novela concluye y del mozo de campo y plaza Cervantes no agrega una palabra más.

Marco Denevi

Los ardides de la impotencia

Quizá Dulcinea exista, pero don Quijote le hace creer a Sancho lo contrario porque es incapaz de amar a una mujer de carne y hueso.
Marco Denevi

Por ventura
Atacó a los molinos de viento. Y cayó herido un gigante.
Marcial Fernández










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